sábado, 30 de noviembre de 2013

El concepto de sí mismo y el protagonismo del yo.


Hay en mis sueños una escena muy corriente, pero, a la vez, altamente emotiva: "Muchas veces sueño en una escena (una de tantas) en que estoy con mi padre (fallecido a los 44 años) hablando o comentando algo, y que tiene en común siempre la emoción del recuerdo o el sentimiento hacia él". Me imagino que tal sueño es sumamente frecuente en cualquier persona, y entra dentro de lo que podríamos llamar la "normalidad" de todos lo sueños.

Ahora bien, me asalta la curiosidad de algo que a mi razón resulta paradójico: ¿Por qué cuando sueño en tal situación o escena, al reflexionar sobre mí mismo, me encuentro o me siento "como si no fuera el que soy ahora mismo" (en mi estado de vigilia), sino, más bien, "el que siento que era en aquel momento que estoy rememorando en el sueño"?

La lógica me indica que si en el sueño puedo "planear" en toda la escena "oteando" a lo largo y ancho de la misma, eso sí, como si fuera un agente externo a ella, al "situarme" en el punto de vista del personaje que creo soy yo mismo (la sensación que me embarga así me lo parece indicar), debería seguir sintiéndome ese agente externo, en otras palabras, por ejemplo, burdamente, con la misma edad que tengo hoy; sin embargo, al realizar la citada reflexión (sobre mí), ya no me considero (no tengo la sensación) de ser ese "agente externo"  sino "mi yo" situado en tal escena: ¡tengo la vivencia (dentro del sueño) de ser yo el protagonista! Pero, curiosamente, ¡como si tuviera los años de entonces!

Recapitulando sobre ello, abogo en la teoría, un tanto sorprendente, de que tal "movimiento de reflexión" produce una cierta identificación entre el yo que soy hoy (en mi vigilia), y el yo que era en aquel "momento rememorado": ¡lo que daría "conexión" a tal hecho sería la sensación de identificación, que podría asimilarse al sí-mismo!

Y ahondando un poco más, se me ocurre que en cada momento de nuestra vida hay una reflexión sustancial del ser (hablemos mejor de la "criatura" que somos que es lo que más conocemos) hacia nuestro interior, reflexión que se presenta la mayoría de las veces de forma inconsciente, natural, como un afianzamiento de la unicidad de nuestro yo. Esa reflexión "natural" es la sustanciación del "sí-mismo", que viene acompañada de una sensación-sentimiento de "apoderamiento" de nuestro ser, de nuestra naturaleza, y en ella parece "anclado" nuestro yo (el de cada presente).

Bajo estos supuestos, es desde el "yo del futuro" desde el que puede realizarse la conjunción con todos los "yos del pasado".

Corolario: ¡El yo del presente realiza la unificación de todos los yos del pasado, construyendo la unicidad global del yo, que da la historia vivida de cada ser!

Requerimientos: El yo "constructor" de la unicidad requiere de la materialidad de una memoria que registre todos los acontecimientos del pasado, que históricamente hicieron posible la formación de los yos de cada momento (estructuras materiales continuamente "amalgamadas" con las sensaciones-sentimientos correspondientes).

Consecuencias: De la "unicidad" se deduce la constancia, a lo largo de toda la vida o historia del individuo de la verdadera naturaleza del mismo, su verdadera esencia. Esta sería la base de la consideración por uno mismo de que "se es el mismo (en tal sentido) a lo largo de toda la vida".

Ese yo, aún en los sueños, para las circunstancias de la escena rememorada en el sueño, es el de "aquel momento" (el de la edad que tenía en esos precisos instantes), de ahí la incapacidad de verme en la escena con la edad actual... Así que, es más bien aquel yo del pasado -aquellos yos (todos)- quienes configuraron mi yo actual que, por supuesto, también está construido con las circunstancias del presente. Pero hay que hacer la salvedad -curioso- de que el yo del sueño no sería el mismo que el que se dio en el pasado en tal "escena", a no ser que el pasado ¡también incluyera un componente de indeterminación procedente del futuro histórico de ese ser!

De todo lo anterior, parece deducirse que el tiempo ¡aparece "penetrado" como un queso gruyere de acontecimientos, hechos, sensaciones, etc., procedentes de la "historicidad" de cada ser!

Igualmente sugiero que la conexión entre el presente como infinito (la eternidad que encierra) y la construcción de la "esencia" del yo por la impropia flecha del tiempo de la vida, son los presentes unidos en discontinuidad. Y como apunté en mi obra "El cierre del círculo", el cruce inmutable de presentes al "cerrarse" el círculo es el origen de la esencia del ser.

(De la obra del autor "Empatía y otras cuestiones") 

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